¡Expongo en Venecia!

Y la vida volvió a sorprenderme. 

Al día siguiente de volver cansada de Alicante, donde participé en una formación presencial de constelaciones familiares, vi en mi bandeja de entrada un email en el que se me invitaba a participar en una feria internacional de arte en Venecia. La buscadora de talento había estado revisando mi web, y ya me había propuesto una selección de mis obras para que formaran parte de la exposición. Recuerdo re-leer el email, de cómo el Universo es capaz de seguirme sorprendiendo cuando uno cree que ya ha vivido toda la magia que podía vivir. ¡Pues… es posible vivir más magia señores!

Tras sopesarlo con mi corazón, decidí embarcarme en la aventura. Tengo claro que quiero aprovechar las oportunidades que me brinda la vida, y sin duda, no me equivoqué al decir ¡SI, QUIERO!

Esa semana fue de trabajo intenso ya que estuve haciendo todo el trabajo de embalaje de las obras. Ya puedo decir que me he hecho experta en embalado y envío de arte. Mis ocho obras llegaron en perfecto estado y en la fecha en que se las esperaba en Roma. De ahí luego las llevarían a Venecia. Compré los vuelos, reservé el hotel y vualá, lo tenía todo. Ahora sólo faltaba esperar a que llegara la fecha. Me hacía especial ilusión que el día de la inauguración fuera el 12/12. Sentía en el corazón que era un día muy especial.

Los días previos fueron de preparación. Flores de bach para el equilibrado emocional y sesión de equilibrado energético con mi amiga Marta. Fui a hacerme las uñas y el mismo día que volaba por la mañana me fui a hacerme un peinado chulo a la peluquería. ¡Estaba lista!

Tras tomar un vuelo, un autobús y un barco (vaporetto) llegué al hotel «San Moisé». Un hotelito que elegí por su decoración veneciana, tenía claro que quería empaparme de la energía de la ciudad. No visitar alrededores, centrarme solo en ella, visitar cada calle, hablar con su gente, tocar sus edificios, respirar sus olores, su arte y su historia… quería que Venecia vibrara en mí.

Esa tarde noche ya conocí a un nativo de la ciudad. Era músico, y ví en él la persona que me pudiera guiar en las paradas del Vaporetto. Era un hombre de cierta edad, se le veía cansado y con disposición de ayudar. Había nacido allí, y se quejaba de cómo la ciudad estaba orientada al turismo, ahí descubrí algo de amargura en su mirada. Al final, él siendo músico también vivía de los turistas. Pero en parte entiendo lo que quería decir, entiendo que cuando uno se centra en dar a los demás, al estar al servicio, esto puede llevar quizás de manera inevitable al descuido de uno propio, quizás lo que me quería transmitir es que la ciudad no destinaba tiempo y dinero a mantenerse y restaurarse a sí misma.

Y llegó el día. 12/12. Ví como asomaba algo de luz a través de la ventana de mi habitación y mi corazón se llenó de alegría. El día anterior llegué de noche, y estaba deseosa de pasearme por las calles acompañada por la luz del sol. 

Me vestí rápido, fui a desayunar lo que ofrecía el hotel, después de subir fotos y vídeos a las redes, ya estaba lista para abrazar la ciudad. Tenía claro que quería contar todo mi viaje, de la manera que yo sé, de la manera que yo soy. Las redes me ofrecen la oportunidad de mostrarme en autenticidad. Son el canal que yo utilizo para mostrar quién soy, lo que me gusta hacer, expresarme y comunicarme con el mundo. Lo hago con todo mi amor, para que quien quiera se nutra de lo que yo me nutro, para que, lo que a mí me resuena, a otros también le pueda resonar. Porque todos estamos conectados, por eso, la resonancia existe.

Y por fin llegué a la Plaza San Marcos. Ahí había estado años anteriores, en el viaje de fin de curso, y ahí volví de nuevo, pero esta vez de manera muy diferente. Hacía un día magnífico, un gran sol, que me permitió disfrutar de la plaza, la Basílica San Marcos, una de mis favoritas, de estilo bizantino, donde existe un gran espacio para la pintura donde se narran escenas de la Biblia. Estaba en restauración y decidí no entrar, me apetecía hacer turismo de exterior, estar en la calle, nutrirme del ambiente, así que no entré en ningún lugar, salvo en la exposición en la que iba a participar.

Paseé por la costa, me gustaba ver el mar mientras paseaba, ver cómo las góndolas se acomodaban unas tras otras. La zona se iba llenando poco a poco de gente. Me encantó cómo me entraron las ganas de ir al baño y el universo me guió fácilmente a un baño público. Aproveché a hacer muchas fotos y vídeos. Hice el famoso vídeo de «Madrileños por el mundo». Me encanta aprenderme cosas de las ciudades que visito, así nutro mi curiosidad y cumplo uno de mis deseos, algo que siempre quise ser y que nunca pude por todas las creencias limitantes que yo tenía en mí: «ser guía turística«. Sí, como lo oyes. Y de alguna manera, haciendo ese tipo de vídeo, me acercaba a mi deseo.

Visité las tiendas que vendías figuras de Murano. Decidí entrar a una donde casualmente la que me atendió era Rosa, de Girona. Llevé imanes para regalar a mi familia y para nosotros, para casa, un corazón rojo de Murano. Sentí que a Rosa le alegró el corazón mi visita.

 

A Venecia no se puede ir sin Google Maps. Todas sus calles son el entramado perfecto para perderse. Por eso, en cuanto estaba falta de batería me volvía corriendo al hotel, porque sino sentía que no podría volver, salvo preguntando. Aunque no sólo navegué con el Maps, también con mi intuición. 

Decidí que no quería saber qué lugares visitar, y que fuera el corazón el que me guiara. Y cuando uno decide confiar, ahí es cuando la magia sucede. Rosa de Girona me sacó el mapa y me explicó los puntos principales de Venecia, me habló del puente de «Río-alto», y al rato me encontraba en ese puente sin haberlo buscado, simplemente el corazón me había guiado hasta allí. 

Y ese lugar… ese lugar fue muy mágico. El sol se reflejaba en el río, las góndolas navegaban llevando a unos y otros visitantes, el puente lleno de turistas… encontré un lugar donde apoyarme, respirar el ambiente del lugar, nutrirme con la vista y el calor que llegaba de ese sol tan maravilloso que hacía ese día. Quería estar un rato largo allí.

Y sucedió que un hombre que estaba cerca mío llamó a su hija y esa hija se llamaba Laura. Para mí fue una señal clara, de que mi papá, estaba allí conmigo, en ese puente, aunque no le veía. Porque ahora, al ser él infinito, me puede acompañar en cualquier momento, y darme una señal cuando le de la gana. Contaros que las señales son algo muy personal, lo que para mí es una señal para ti puede no serlo, «la señal es señal cuando se siente en el corazón», no hay más.

 

 

También sucedió que al otro lado del puente cantaba una mujer joven, canciones típicas italianas, también ópera, muchas de ellas conocidas. Y me maravilló verla, por su voz, por su don, y por cómo se mostraba al mundo, el miedo no existía en ella, estaba ahí a pleno corazón la tía, con el corazón abierto, tanto en los momentos en que los turistas le daban dinero, la miraban y aplaudían, como en los momentos en que nadie miraba ni observaba. Ella era siempre ella, independientemente de lo de fuera. Y ahí, ahí está la clave, ahí está la gran lección. El exterior no puede influirme ni determinarme, si estoy conectada a mi centro, lo estoy tenga o no tenga la atención del exterior.

Y ya, echada la mañana, decidí volver al hotel. Necesitaba recobrar fuerzas, descansar y prepararme para el verdadero motivo de este viaje. La exposición. Almorcé en el mismo lugar donde cené, me gustaba el sitio, me sentí muy bien acogida, me pedí un principal y la camarera me regaló unos entrantes a pesar de que le dije que no quería comer mucho porque tenía nervios en el estómago. Terminó también dándome una copa de limoncelo. 

Allí en el hotel me tiré en la cama un rato, descansé, me duché y me preparé con el outfit que me había traído para la ocasión: mi vestido granate de terciopelo que hace dos años adquirí para las cenas de Navidad y que tanto me gusta por lo bien que me sienta. Decidí llevar botines negros cómodos y unas medias con deco «astro». 

Y así me puse en marcha hasta llegar a lo que sería mi primer «desafío»: Grabar un vídeo. Había acordado grabar un vídeo antes de la inauguración para presentarme y que me conocieran así que tenía que estar pronto en el Palacio. Cuando llegué estaba nerviosa, y he visto que los nervios se me pasan en el momento que veo mis obras expuestas en la pared, ahí me relajo, no sé por qué. 

Aquí os comparto el vídeo que grabé en donde explico quién soy, un poco de mi historia y el significado de mis obras.

 

La inauguración empezaba a las 6pm así que me fui a dar una vuelta, me tomé un capuccino en un café, en donde a través de la ventana veía a los niños jugar con la pelota de fútbol. Veía en ello una gran habilidad para que la pelota en ningún momento se cayera por el canal que se ubicaba a pocos metros de donde estaban jugando. «Estarán acostumbrados» pensé yo, porque veía cómo mi cuerpo se ponía tenso cada vez que la pelota se acercaba al agua. Pero no, en ningún momento se cayó.

Al entrar en la inaguración, me fui directa a la zona donde estaban ubicados mi cuadros, en una de las salas de la planta superior. Estaba muy emocionada. Allí me encontré con algunos artistas que habían creado otras obras. Conocí a una chica americana que estaba también muy emocionada de exponer, y a otras chicas que dirían eran del este por la forma en que hablaban. 

También conversé con un grupo de mujeres españolas, donde una de ellas había reservado una sala entera y exibía una gran cantidad de obras de grandes dimensiones en donde lo que primaba era el trabajo de la textura. Allí estuve disfrutando de esas obras, el tema de la textura siempre me ha llamado mucho, y ya he empezado a trabajar tímidamente con algunos materiales. En la sala había un piano, y una chica por voluntad propia decidió tocar la canción de Titanic creando una atmósfera tan mágica que di gracias a la vida por ese momento tan bonito. Recuerdo en ese momento sentir un gran agradecimiento en el corazón, me sentía agradecida a la vida por toda su generosidad, y por brindarme ese tipo de momentos que me hacen sentir una privilegiada. Así, así es como me sentía.

Hablé con mucha gente, a muchos de ellos les expliqué mis pinturas. En otros momentos me explicaron los demás. Ahí me di cuenta de la gran capacidad de comunicación que he desarrollado en los últimos tiempos, y sobre todo, de la profundidad de mis obras, y cómo el contarlas y explicarlas siento en mi cuerpo cómo nutre el corazón de los demás, de los que escuchan. Porque todo lo que pinto es con un motivo y un sentido muy profundo. No hay nada dejado al azar ni con una intención clara.

Tras visitar toda la exposición y nutrirme de toda su energía, la energía brindada por tantas y tantas obras de todos esos artistas que habían puesto sus creaciones desde tan diversos puntos del mundo, dedicí volverme al hotel. Ya había cumplido mi misión, ya sentía dentro que era hora de cerrar. 

Esa noche no cené, no tenía hambre a pesar de tanto ajetreo, algo de nervio quedaba en mí. Al día siguiente tenía el vuelo temprano, y tuve que tomar de nuevo el barco, el autobús y el avión. Tres transportes es lo que marca la distancia entre Madrid y Venecia. 

De vuelta ya en el aeropuerto de Madrid, me vino a recoger marido e hijos, y cuando me metí en el coche, mi hijo Gabriel que es muy perceptivo me dijo: «mamá, estás diferente«. Y efectivamente, yo también lo sentía así, la Laura que se fue a Venecia era distinta a la que había llegado. Una nueva versión, una nueva visión, una nueva yo había tomado formado en mi cuerpo. Eso que tanto había anhelado, el ser una nueva versión de mi misma, se había hecho realidad, sin yo saberlo, sin yo esperarlo… así que me pregunto… ¿cuál fue realmente la misión de este viaje?

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